Quien se dedica a crecer, no tiene tiempo para criticar





En el mundo del fútbol americano profesional hay un equipo que sobresale, que se ha ganado una reputación por hacer las cosas de manera diferente: los Seattle Seahawks.

El equipo técnico de los Seahawks no critica a los jugadores. No hay los típicos gritos, reprimendas y humillaciones que se escuchan en los otros equipos deportivos.

Su entrenador explica que en vez de criticar y centrarse en lo que hicieron mal, explica qué es lo que le gustaría que hicieran de manera diferente. Cuando le preguntaron el motivo de ese cambio de perspectiva poco común entre los entrenadores, Pete Carroll dijo:


- No tenemos tiempo para criticar. Les decimos exactamente lo que queremos y lo más rápido que podemos, en lugar de malgastar el tiempo con críticas.

Por desgracia, no siempre somos conscientes de que las críticas tienen un impacto mayor que un elogio, sus efectos no solo se prolongan a lo largo del tiempo sino que las emociones que desata son más intensas.

Un estudio realizado en la Universidad de Florida confirmó que las emociones negativas que genera la crítica normalmente conllevan un mayor procesamiento a nivel cognitivo. Es decir, nos quedamos rumiando la crítica, esa es una de las razones por las cuales nos hace tanto daño. El problema es que nuestro cerebro está programado para prestarle más atención a los estímulos negativos ya que son los que representan un mayor riesgo para nosotros.


Sin embargo, las críticas no solo son destructivas para quien las recibe, también pueden llegar a ser dañinas para quien critica, sobre todo si lo hace a menudo.

El agujero negro por el que se escapa nuestra energía

Las críticas pueden llegar a convertirse en un agujero negro por el que se escapa nuestro tiempo y energía. Para criticar debemos centrarnos en el otro, ver qué hace y qué no hace, qué actitudes asume y qué palabras ha dicho o no ha proferido. Eso implica mucho tiempo y esfuerzo, una energía que estaría mejor empleada si la destináramos a mejorarnos.

No hay dudas de que en ocasiones, las actitudes, palabras y comportamientos de los demás pueden llegar a molestarnos pero lo cierto es que las críticas destructivas no lo cambiarán. Una crítica destructiva genera frustración y resentimiento, por lo que no es la mejor arma para cambiar algo. Por eso, Mahatma Gandhi decía: “Sé el cambio que quieras ver en el mundo”.


En el fondo, criticar constantemente significa que estamos demasiado aburridos con nuestra vida, por lo que nos dedicamos a husmear en la vida de los demás. Criticar significa dedicarse a ver la paja en el ojo ajeno, sin tener en cuenta la viga en el ojo propio. Razón por la cual el escritor Rochefoucauld afirmaba: “Los espíritus mediocres condenan generalmente todo aquello que no está a su alcance”.

Por otra parte, las críticas nos dejan exactamente en el mismo punto de partida. Cuando la crítica no es constructiva; es decir, no encierra una posible solución, suele generar más insatisfacción y frustración cerrando a nuestro alrededor un círculo de negatividad.

El panorama suele repetirse: Vemos algo que no nos gusta y lo criticamos. La jornada avanza, vemos otra cosa que no nos gusta y la criticamos… Al final del día, no es extraño que pensemos que el mundo es un sitio hostil donde nada funciona como debería. ¿Qué habremos resuelto? Absolutamente nada, excepto sentimos peor.







Por eso, cualquier crítica debe llevar la semilla del cambio, una alternativa de solución. De lo contrario, es mejor dejarla ir. La paz interior que se consigue cuando nos deshacemos del hábito de criticarlo todo, no tiene precio. Recordemos que “la cosa más difícil es conocernos a nosotros mismo; la cosa más fácil, hablar mal de los demás”, según Epicteto.

La autocrítica desmesurada nos impide avanzar

La autocrítica desmesurada también es dañina y del todo contraproducente. Psicólogos de las universidades de Massachusetts y McGill descubrieron en una serie de experimentos un patrón consistente: mientras más nos criticamos, menos avanzamos en la consecución de nuestros logros. En práctica, la crítica constante nos mantiene estancados, impidéndonos alcanzar nuestras metas.

No es un resultado sorprendente pues, si lo pensamos bien, tener dentro de nuestra cabeza una voz que nos critica constantemente, no es motivante sino profundamente descorazonador. Al contrario, estos investigadores apreciaron que las personas que tenían más éxito en alcanzar sus metas, eran aquellas que mantenían bajo control la autocrítica.


Eso no significa que debamos obviar nuestros errores, significa que la crítica constante y despiadada hacia nosotros mismos, la insatisfacción permanente con nuestros resultados sin una palabra de aliento, no es una actitud positiva. Criticarte constantemente es la mejor manera para dinamitar tus sueños y ponerle zancadillas a tus metas.

Utiliza la crítica con mucha mesura, asegurándote de que pueda aportar valor. Es un cambio de perspectiva que vale la pena para todos, para quienes te rodean y para ti mismo.

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