
Había una vez un hombre al que le dieron un huerto para que
pudiera alimentarse. Sin embargo, pasaban los días y el hombre no lo cultivaba.
Pasaron semanas y no se preocupó por labrarlo ni abonarlo. Al cabo de algunos
meses, las malas hierbas habían cubierto casi todo el campo.
Cuando se aproximó el invierno y llegó el tiempo de la
cosecha, el hombre no recogió nada. Desesperado y enfadado, miró al Cielo
preguntando:
- ¿Qué mal he hecho, ¡oh Dios!, para que me trates así? ¿Qué
mal he hecho para me mandes esta desgracia? ¡Mira los campos de mi vecino cuán
fértiles son y mira el mío cuán mustio y seco!
Esta historia, que se encuentra en el libro “Diálogos con
Abul Beka”, nos muestra a la perfección la forma de actuar y razonar, a menudo
bastante irracional, de las personas envidiosas.
La envidia, uno de los siete pecados capitales, es un
resentimiento profundo y a menudo hostil hacia una persona que posee algo que
deseamos. Es un anhelar lo que alguien tiene, pero sintiéndose inferior e
incapaz de conseguirlo.

Los 5 tipos de personas envidiosas
1. El envidioso sarcástico. Aparentemente, esta persona
asume todo con gran sentido del humor, pero en realidad están camuflando su
envidia a través del sarcasmo, que es su arma preferida para hacer sentir mal
al otro. No atacará directamente, pero estará siempre al acecho para resaltar
tus debilidades o errores con una sonrisa en los labios. Es su forma de hacerte
sentir inferior. Y si le preguntas qué ha querido decir, es probable que
incluso se ofenda y enfade.
2. El envidioso directo. Esta persona ataca directamente,
para hacerte sentir mal. Normalmente se trata de personas inseguras, con una
personalidad agresiva, que se ocupan en detallar tus defectos para intentar que
no puedas disfrutar de lo que has logrado. Se mantienen atentas, de manera que
ante cualquier pequeña señal de éxito, te recordarán un fracaso o un error
anterior. Este tipo de personas envidiosas son de mucho cuidado ya que tampoco
dudarán en poner obstáculos en tu camino, para impedir que tengas más éxito.
3. El envidioso pesimista. Su objetivo es minarte la moral y
echar por tierra tu motivación. Cualquier noticia positiva que le des y que
pueda generarle envidia, la rebatirá recurriendo a argumentos negativos con el
único objetivo de deprimirte. Por ejemplo, si le cuentas que acaban de
contratarte en una empresa excelente, te dirá que seguro aprovecharán cualquier
excusa para despedirte o se dedicará a enumerar diferentes razones por las que,
según él, esa empresa en realidad no es tan buena.
4. El envidioso competitivo. Esta persona no te dirá nada
abiertamente, pero su actitud y sus actos lo dicen todo. Está pendiente de cada
pequeño detalle de tu vida, para emularte. Si compras un móvil, se apresura a
comprar otro que sea mucho mejor, si cambias el sofá, se apresura a comprar
otro más grande y de mejor calidad. Es el tipo de personas envidiosas que nunca
están satisfechas con lo que tienen, por lo que desean continuamente lo que
tienen los demás e incluso pretenden generar envidia en ti.
5. El envidioso al acecho. Esta persona tampoco te dirá
nada, al menos al inicio. Se convierte en una especie de voyeur silencioso, que
ve pasar tu vida con envidia. Cuando finalmente cometes un error, fracasas o
algo te va mal, aprovecha ese momento de bajón para poner el dedo en la llaga.
Su frase preferida es: “¡Te lo había dicho!”, la cual esconde una profunda
satisfacción porque se siente superior.

La envidia no es envidiable: En la mente de la persona
envidiosa
Jorge Luis Borges señalaba que en español, para decir que
algo es muy bueno, se afirma que “es envidiable”. Sin embargo, la envidia es
uno de los sentimientos más dañinos que existe. Causa daño a quien la
experimenta y también a quien es objeto de ella ya que a menudo esa persona se
ve obligada a sortear todo tipo de obstáculos que los envidiosos colocan en su
camino.
La envidia es un sentimiento corrosivo que puede llegar a
arruinar la vida. Carrie Fischer lo resumió magistralmente con estas palabras:
“La envidia es como beber veneno y esperar que la otra persona muera”.
Ahora investigadores del Instituto Nacional de Ciencias
Radiológicas de Japón comprobaron que, efectivamente, la envidia le hace mucho
daño a quien la alimenta. Estos neurocientíficos pidieron a un grupo de
personas que imaginaran que eran protagonistas de diferentes dramas sociales en
los que tenían un estatus social muy bajo y otras personas se llevaban los
méritos.
Descubrieron que la envidia activaba las mismas regiones
cerebrales relacionadas con el dolor físico. Y mientras más envidia reportaban
los participantes, más se activaban esas zonas.
A la vez, cuando a esas personas les pidieron que imaginaran
que los demás fracasaban, en su cerebro se activaban los circuitos de la
recompensa, lo cual significa que la desgracia de la persona envidiada activa
los centros del placer en el envidioso. En otras palabras: disfruta con la
desgracia ajena.
El problema es que a la persona envidiosa le cuesta mucho
apreciar las cosas buenas de su vida, simplemente porque está demasiado ocupada
preocupándose por las cosas buenas que suceden en la vida de los demás. Harold
Coffin dijo: “La envidia es el arte de contar las bendiciones del otro en lugar
de las propias”.
La persona envidiosa se siente inferior, por lo que en lo
más profundo de sí cree que jamás podrá llegar a ser tan feliz, poderosa, capaz
o lista como los demás, y por eso alimenta la envidia. De hecho, un estudio muy
interesante llevado a cabo en la Universidad Carlos III de Madrid reveló que
las personas optimistas o aquellas que tienen una gran autoconfianza, son menos
propensas a sentir envidia ya que suelen ser más cooperativas y altruistas en
sus relaciones sociales.
Sin embargo, las personas envidiosas suelen ser muy
competitivas, siempre quieren obtener más que los demás, pero a diferencia de
los otros, no eligen estrategias de colaboración sino que prefieren ir por su
cuenta, aunque ello implique peores resultados para todos. De esta forma,
alimentar la envidia es como cavar el pozo donde decidimos enterrar la
felicidad. Por eso, la envidia nunca es envidiable.
¿Cómo lidiar con las personas envidiosas?
No podemos evitar que alguien nos envidie. Y en muchos casos
tampoco podemos hacer nada para atenuar la envidia de los demás ya que estas
personas tienen una forma muy peculiar de comprender el mundo. El sociólogo
austríaco Helmut Schoeck decía: “El hombre envidioso piensa que si su vecino se
rompe una pierna, solo podrá caminar mejor”.
Las personas envidiosas tienen una forma de ver el mundo tan
egocéntrica y distorsionada que incluso los males ajenos, a veces les parecen
“bendiciones”. Por tanto, lo más inteligente es intentar mantenernos alejados
de ellas y estar atentos a las zancadillas que pueden ponernos a lo largo del
camino.
Otra alternativa, consiste en resaltar sus propias
fortalezas y éxitos, con la esperanza de que la persona envidiosa comprenda que
todos somos diferentes y tenemos capacidades distintas. No es necesario
compararse porque no tenemos que ser mejor que los demás, sino tan solo mejores
que nosotros mismos.
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