
Características como la humildad o la pereza no están hoy
muy bien vistas. Tales rasgos pueden aparecer, sin embargo, en personas
particularmente despiertas.
El debate no acaba nunca. ¿Qué diferencia a las personas
con una mente privilegiada del resto de los mortales? Se ha estudiado la
cuestión desde los rasgos de personalidad de estos sujetos: escépticos,
curiosos, psicóticos, depresivos, perseverantes, ansiosos... También desde su comportamiento
y sus costumbres: aprecian la música, son propietarios de un gato, han probado
las drogas, saben dar las gracias y perdonar, etc.
Recientemente, el portal de preguntas 'Quora' ha lanzado
un hilo de discusión entre sus usuarios para buscar nuevas respuestas a la
perenne cuestión. Algunos afirman que dichos rasgos se basan en su experiencia
personal (no necesitan abuela), otros prefieren apoyarse en su intuición. De
entre todas las características sugeridas, hemos elegido ocho atributos especialmente
intrigantes.
Saben que no saben
“Solo sé que no sé nada”. La frase atribuida a Sócrates
no aparece en realidad en ningún diálogo platónico, sino que es el resultado de
varias citas alteradas de textos como ‘Menón’ o la ‘Apología de Sócrates’. Esta
sentencia nos sirve, en todo caso, para entender cómo funciona el cerebro de
los más listos.
Cuanto más ignorantes son las personas más fácil es que
desarrollen sentimientos de superioridad
La humildad define a las personas inteligentes, quienes
saben admitir sin tapujos que no manejan o tienen pocos conocimientos sobre un
determinado tema o concepto. Reconocer estas carencias es la primera premisa
para aceptar que siempre se puede aprender algo nuevo.
Las personas con más deficiencias y con menos instrucción
suelen sufrir, sin embargo, de lo que se conoce como el efecto Dunning-Kruger.
Sendos científicos de la Universidad de Cornell concluyeron que cuanto más
ignorantes son las personas más fácil es que desarrollen sentimientos de
superioridad. Por el contrario, los individuos más cualificados tienden a
subestimar sus competencias: “La sobrevaloración del incompetente nace de la
mala interpretación de la capacidad de uno mismo. La infravaloración del
competente nace de la mala interpretación de la capacidad de los demás”.
Son abiertos de mente
Los sujetos inteligentes no se cierran en su pensamiento
y se abren a nuevas ideas y oportunidades. Valoran las opiniones de los demás y
estiman las opciones alternativas.
Rechazan, por el contrario, aceptar la realidad de las
cosas por sus verdades más superficiales y suelen necesitar amplias evidencias
que avalen una tesis. Ser inteligente implica, por consiguiente, querer llegar
al fondo de las cuestiones.
Son solitarios
A la hora de matizar las peculiaridades de la soledad, el
idioma español se muestra mucho menos rico que la lengua de Shakespeare.
Existen en inglés dos conceptos diferentes sobre este estado. Por una parte
está ‘loneliness’, que se refiere a una situación negativa no deseada por la
persona; un castigo, en definitiva, que se nos impone cuando lo que queremos es
estar acompañados. Por otro lado hallamos ‘solitude’, una actitud optimista, un
estado buscado que indica que nos sentimos felices con nosotros mismos y que
disfrutamos de nuestra propia compañía.
Los inteligentes no se sienten obligados a afiliarse a un
grupo, por lo que tienden a demostrar un pensamiento más genuino, personalizado
y ecléctico
Esta sensación de ‘solitude’ es propia del carácter
inteligente. Aceptar la soledad significa por una parte aceptarse más a uno
mismo, mientras que, por otro lado, hace menos necesaria la aprobación de los
demás.
Dicha clase de solitarios no se sienten tampoco obligados
a afiliarse a un grupo o a una corriente particular, por lo que tienden a
demostrar un pensamiento más genuino, personalizado y ecléctico. Suelen ser en
buena medida ‘personas renacentistas’ capaces de tocar muchos campos distintos
y de reunir ideas dispares de tendencias que pueden ser hasta antagónicas entre
sí.
Por último, la soledad es esencial para encontrar tiempo
para uno mismo y dedicarlo a aprender cosas nuevas. Los sujetos despiertos son
también grandes autodidactas. En los casos más sobresalientes, ya de pequeños
algunos de ellos aprendieron a leer antes, incluso, de ir a la escuela.
Muestran un elevado autocontrol
Lo fundamental aquí es la visión de futuro. Planificar,
tener claras las metas, explorar alternativas, pensar estrategias y tener en
cuenta las posibles de consecuencias; las personas que muestran una mayor
agudeza mental tienen en cuenta todas estos elementos antes de iniciar un
proyecto.
El sentido del humor es fundamental para ser autocrítico,
normalizar nuestras limitaciones y mejorar
Aquellos que exhiben un mayor autocontrol demuestran que
se conocen mejor a sí mismos. Saberse gobernar es la norma fundamental para
poder tener un mayor dominio de otros aspectos externos. Esto no significa
negar los sentimientos y las emociones. Negar las sensaciones no implica
anularlas; controlarlas, sin embargo, significa domarlas y, por consiguiente,
poderlas utilizar en beneficio propio.
Derivadas de este autocontrol aparecen una serie de
cualidades positivas como la responsabilidad en el cumplimiento de las
obligaciones, mayor flexibilidad para manejar cambios y desafíos y mostrar
menos recelos a ideas y enfoques novedosos.
Dejan cosas para hacer mañana
Procrastinar: se dice de la capacidad para aplazar algo.
Eso sí, cualquier asunto no puede ser dejado para el día después. Los cerebros
privilegiados jerarquizan las tareas y dejan las menos importantes para más
adelante.
Eso mismo lleva también a que los inteligentes sean
particularmente desordenados. Las tareas domésticas, como organizar y limpiar,
suelen ser tomadas como cuestiones secundarias cuando se está detrás de un gran
proyecto.
Todo esto puede llevar a la idea equivocada de que los
inteligentes son vagos. Sin embargo, para ellos puede ser más importante estar
ensimismados en sus pensamientos que realizar acciones que no les aportan nada
en particular.

Son divertidos
Por desgracia, los estereotipos representan siempre a las
personas con cerebro como individuos serios y aburridos. El sentido del humor,
sin embargo, es fundamental para ser autocrítico, normalizar nuestras
limitaciones y mejorar. Curiosamente, los cómicos profesionales suelen alcanzar
puntuaciones muy altas en los test de inteligencia.
Quienes se ríen de su propia condición saben anticipar la
crítica del entorno y muestran un especial genio para atenuar la relevancia de
las dificultades que aparecen en su día a día.
Saben relacionar conceptos absurdos
¿Qué tienen que ver la velocidad y el tocino? Una persona
inteligente sabría hallar una relación a la disparatada pregunta. Encontrar
patrones donde no los hay es una manera de dominar el entorno. ¿Una posible
respuesta? Antiguamente los ejes de los carruajes se engrasaban con tocino,
luego el tocino daba a estos vehículos más rapidez.
Los más inteligentes no tienen reparos en enfrentarse a
las cuestiones más profundas. Ello también les genera una gran ansiedad
En los test de inteligencia son corrientes las preguntas
en las que se proponen tres o cuatro conceptos que hay que englobar bajo un
único término. Saber relacionar ideas abre el camino de la creatividad.
Establecer conexiones permite también reinterpretar viejas ideas, mezclarlas
con las nuevas tendencias y darles así un sentido hasta entonces desconocido.
Se preguntan sobre el sentido de la vida
Los más inteligentes no tienen reparos en enfrentarse a
las cuestiones más profundas de la existencia.
Ello provoca, sin embargo, que los niveles de ansiedad en
estas personas se disparen con respecto al resto de la población, pues no tener
una respuesta a preguntas trascendentes puede causar un especial desasosiego.
El insomnio aparece también como un importante trastorno en este segmento de la
población.
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