El valioso mensaje de esta parábola budista: “El mundo no lucha contra ti, si tú no luchas contra el mundo”

Un discípulo y su maestro
caminaban por el bosque. El discípulo estaba perturbado por el hecho de que su
mente estaba en constante inquietud, no podía dejar de pensar. Le preocupaba no
alcanzar la iluminación.
Sin embargo, también se
avergonzaba de reconocerlo, por lo que le preguntó a su maestro de forma
indirecta:
“¿Por qué las mentes de la
mayoría de las personas están inquietas y solo unas pocas poseen una mente
tranquila? ¿Qué se puede hacer para aquietar la mente?”
El maestro miró al
discípulo, sonrió y dijo:
“Te contaré una historia. Un
elefante estaba parado recogiendo hojas de un árbol. Una pequeña abeja pasó
volando y zumbando cerca de su oreja. El elefante la alejó con sus largas
orejas, pero la abeja regresó. El elefante se alejó una vez más moviendo las
orejas.
La situación se repitió
varias veces. Entonces el elefante, muy molesto por el zumbido de la abeja, le
preguntó:
"¿Por qué estás tan
inquieta y haces tanto ruido? ¿Por qué no puedes quedarte quieta en una rama y
dejar de perseguirme?”
La abeja le respondió:
“Soy muy sensible a algunos
olores, los movimientos bruscos y las vibraciones. No puedo hacer nada para
evitarlo porque nos indican un peligro de ataque para la colmena y estimulan
nuestro instinto defensivo. Eres tú quien me estás irritando. Si te quedas quieto,
también yo me calmaré”.
En esta parábola, el
elefante es nuestra mente y la abeja representa nuestros pensamientos. De
hecho, en muchas ocasiones nos comportamos como el elefante dejando que
nuestros hábitos de pensamiento y actitudes nos arrebaten la serenidad y paz
interior.
¿Tienes un locus de control
externo o interno?
Somos una sociedad con la
vista puesta constantemente en el exterior, que mira muy poco en su interior.
Como resultado, es habitual que desarrollemos lo que en Psicología se conoce
como “locus de control externo”.
Quienes tienen un locus de
control externo atribuyen sus éxitos y fracasos a causas externas, culpan al
sistema, a sus progenitores, a la situación económica… Son personas que están
en lucha continua con el mundo y piensan que el universo conspira en su contra.
Pero como esa batalla está perdida antes de lucharla, como resultado suelen
experimentar una profunda sensación de falta de control que a menudo los sume
en la ansiedad y la depresión. Con el paso del tiempo, estas personas se
vuelven reactivas, como el elefante de la historia, convirtiéndose en
marionetas de las circunstancias.
Obviamente, las
circunstancias desempeñan un papel en nuestras vidas, no podemos obviarlas,
pero si desarrollamos un locus de control interno, en vez de limitarnos a
enfadarnos y entristecernos cuando las cosas van mal, nos preguntaremos qué
podemos hacer para que vayan mejor. El mundo no nos tiene manía, y no hay
necesidad de luchar contra lo que ocurre, entendiendo luchar como la negación
de los hechos. Al contrario, debemos practicar la aceptación radical,
desarrollando un locus de control interno que nos permita enfocarmos en cambiar
lo que podemos cambiar. Ese cambio sí generará una sensación de empoderamiento
muy positiva.
Por supuesto, desarrollar un
locus de control interno también implica asumir la responsabilidad por nuestros
éxitos y fracasos. Significa que, en vez de quejarnos porque la abeja zumba a
nuestro alrededor, debemos preguntarnos qué estamos haciendo para provocar esa
situación y, sobre todo, qué podemos hacer para cambiarla a nuestro favor.
¿Cómo pasar del pensamiento
catastrofista a la mente en calma?
En la base del locus de
control se encuentran nuestros hábitos de pensamiento, por lo que es vital que
les prestemos más atención. Toda situación genera una serie de pensamientos que
terminan agravando o atemperando nuestra visión de lo que ocurre. Ningún hecho
es objetivo, siempre vemos el mundo a través de nuestra subjetividad.

Por tanto, no son
simplemente los hechos los que generan malestar emocional sino la
interpretación que hacemos de ellos y la importancia que le conferimos.
Al igual que el elefante de
la parábola, es importante comprender que muchas veces el problema no surge por
la situación original sino por nuestros pensamientos, que nos impulsan a
responder de manera inadecuada. Ante una situación desagradable, nuestros pensamientos
catastrofistas se desbocan, se convierten en una bola de nieve que rueda sin
control montaña abajo, generando caos y emociones negativas que nos sumergen en
un círculo vicioso del cual es difícil salir.
Llegados a ese punto,
intentar no pensar para cortar ese flujo de ideas es del todo contraproducente
porque solo generará un efecto rebote que incremente la frustración. En su
lugar, debemos aprender a aceptar ese flujo de preocupaciones y emociones
negativas, hasta que logremos asumir una postura desapegada, como si ese
diálogo interior no fuera nuestro. Cuando el diálogo interior deje de
molestarnos, lo habremos vencido y estaremos listos para actuar
conscientemente.
Una técnica muy eficaz para
dominar ese diálogo consiste en desdoblarnos mentalmente y tomarnos un poco de
tiempo para rebatir esos pensamientos que nos asustan, enfadan o estresan.
Básicamente, se trata de convertirte en un “abogado del diablo” y buscar
argumentos para rebatir tus propias ideas y restarles dramatismo. De esta forma
disminuyes su impacto emocional y retomas el control de la situación
desarrollando una mente en calma incluso en medio de la tormenta.
Por tanto, a partir de
ahora, cada vez que tengas que enfrentarte a una situación decepcionante,
estresante o frustrante, pregúntate qué parte de ti se está comportando como el
elefante, qué parte de ti está luchando contra el mundo. ¿Estás atrayendo con
tus pensamientos y comportamientos a esa molesta abeja? Es probable que
descubras que al cambiar algunos de tus pensamientos o actitudes podrás lidiar
mejor con ese problema y disminuir su impacto emocional.
Es un cambio de mentalidad
que vale la pena.
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