
ç¡
Hay determinados momentos en
los que podemos sentirnos solos, aunque estemos rodeados de personas. Estar con
los demás no implica conectar con ellos. Por ejemplo, en una fiesta en la que
no encajamos, no solo nos aburriremos sino que podemos sentirnos excluidos,
raros y solos. Sin embargo, tarde o temprano esa fiesta llegará a su fin y todo
terminará ahí. Regresaremos a nuestro hogar y nos deshacernos de esas
sensaciones desagradables.
El problema comienza cuando
las personas con las que nos relacionamos todos los días, las personas que
deberían estar más cercanas a nuestro corazón, nos hacen sentir solos. Si no
nos damos cuenta de esa “soledad acompañada” a tiempo o simplemente no sabemos
cómo acabar con esa situación, nos invadirá un enorme vacío y sufriremos
heridas emocionales que serán difíciles de sanar.
Las señales que indican que
estamos solos, aunque estemos acompañados
Solemos pensar que al
encontrar una pareja o tener un hijo, nunca más nos sentiremos solos. Por
desgracia, no siempre es así. El tipo de relación que se establece y los
conflictos que surgen a lo largo del tiempo pueden hacer que, estando
acompañados, nos sintamos solos e incomprendidos. Sin embargo, a veces tardamos
demasiado en comprender de dónde proviene esa sensación de vacío y dejamos
pasar años antes de tomar cartas en el asunto. Para ese entonces, nuestro
equilibrio emocional se habrá deteriorado mucho.
La buena noticia es que es
posible evitar que esta situación empeore, basta saber reconocer las señales
que indican que en realidad estamos solos, aunque tengamos a alguien a nuestro
lado:
- La persona que debe
motivarte en tus nuevos proyectos e ideas, te desmotiva y crea obstáculos.

- La persona que debe
apoyarte en los momentos difíciles te echa la culpa de lo ocurrido y se lava
las manos.
- La persona que debe
compartir tus intereses, te critica constantemente y no tiene en cuenta tus
gustos y necesidades.
- La persona que debe estar
a tu lado no te dedica tiempo de calidad, por lo que no te sientes
comprendido/a ni amado/a.
- La persona que debe
ayudarte a crecer y mejorar, te hace sentir inferior.
Las heridas emocionales que
deja la "soledad acompañada"
Pasar tiempo con la persona
equivocada puede llegar a ser una experiencia muy negativa que abrirá graves
heridas emocionales. En estos casos suele aparecer una profunda sensación de
culpa, además de un enorme vacío. De hecho, el problema es que a menudo esa
soledad se experimenta como un rechazo. Así, poco a poco, esa persona se
sentirá cada vez más inadecuada e indigna de afecto, por lo que su autoestima
terminará resintiéndose. Si no resuelve esta situación a tiempo, la depresión
puede acechar a la vuelta de la esquina ya que la persona se va sumiendo en un
estado de apatía y pierde la alegría de vivir.

En otros casos, la persona
que se siente sola puede hacer todo lo posible por acercarse al otro y conectar
emocionalmente. Sin embargo, al no encontrar la respuesta esperada, esa
búsqueda de conexión puede transformarse en una búsqueda de aprobación, que
terminará generando una dependencia emocional. En este punto, el estado de
ánimo y la autoestima de la persona dependerá de la atención, los elogios o las
críticas del otro, lo cual la subirá a bordo de una montaña rusa emocional que
terminará causándole grandes desequilibrios.
¿Por qué es tan difícil
romper con todo?
Tomar la decisión de acabar
con una relación que en realidad nos hace sentir solos puede llegar a ser muy
complicado, por varios factores.
- Nada es en blanco y negro.
En las relaciones interpersonales nada es en blanco y negro. Esto significa que
quizá esa persona que hoy nos hace sentir solos, en otro momento fue una fuente
de alegría, apoyo y satisfacción. Esos recuerdos hacen que permanezcamos atados
al pasado, obviando los problemas del presente.
- Miedo a salir de la zona
de confort. Aunque seamos conscientes de que no estamos atravesando
precisamente por nuestro mejor momento, es probable que nos hayamos
acostumbrado a esa situación, que hayamos encontrado un equilibrio dentro de
ese malestar, y tenemos miedo a que nuestra decisión empeore las cosas. El
hábito y las rutinas son motivos muy poderosos que nos mantienen atados a situaciones
que nos lastiman.
- Rechazo al “fracaso”. En
muchas ocasiones, cuando decidimos darle una segunda, tercera o cuarta
oportunidad a la otra persona, en realidad nos las estamos dando a nosotros
mismos. Hay quienes creen, por ejemplo, que el divorcio implica que han
fracasado, y se resisten a aceptarlo, empeñándose en insuflarle vida a una
relación que ya ha muerto.
La soledad elegida:
Disfrutar de tu compañía es un regalo extraordinario
Abandonar una relación en la
que nos sentimos solos, una relación que en vez de satisfacer nuestras
necesidades genera problemas y crea carencias, es un acto de amor propio y, en
muchas ocasiones, incluso de supervivencia. Apostar por tu equilibrio psicológico
y darte otra oportunidad, esta vez de verdad, es el mejor regalo que puedes
hacerte.
En este punto, no se trata
de correr a buscar a otra persona que supla ese vacío sino de aprender a estar
bien con nosotros mismos, disfrutar de nuestra compañía y hacer las cosas que
nos agradan y nos hacen sentir vivos. Se trata de asumir esta etapa como una
fase de crecimiento y descubrimiento, para lograr aceptarnos y cerrar las
heridas que ha dejado esa relación.
Comentarios
Publicar un comentario