
“Envejecer, es la única forma que encontré de
vivir más tiempo”, dijo un escritor francés. ¿Por qué será que nos da tanto
miedo envejecer?
Cuando pensamos en la vejez,
a menudo pensamos en el deterioro físico, el cansancio y las arrugas; al menos
en lo que concierne a los seres humanos, porque el vino y el queso se vuelven
mejores con el tiempo… Lamentablemente, no es nuestro caso.
En primer lugar, debemos
aprender a distinguir “envejecer” de “vejez”. Envejecer no significa
debilitarse, declinar, no significa volverse senil. Es ir poco a poco hacia un
período más avanzado de la vida que es simplemente lo mismo que venimos
haciendo desde que nacemos.
Pero entonces, ¿a partir de
qué momento nos volvemos “personas de edad”? Obviamente, hay una diferencia entre
pasar de la infancia a la adolescencia y pasar de adulto a adulto mayor.
Algunos acontecimientos
marcan de manera bien concreta los cambios, como por ejemplo, jubilarse. Otros
indicios también nos hacen ver que nuestra vida está cambiando como por ejemplo,
la llegada de los nietos, y al mismo tiempo, un sentimiento de paz y
tranquilidad.
Debemos decir que sería
absurdo negar que la vejez no influye en nosotros. A medida que sumamos años
nuestro cuerpo puede hacernos sufrir y el cansancio se hace sentir, pero
también es cierto que concentrarnos únicamente en esto no aliviará los dolores
ni los conflictos internos.
Entonces, ¿sobre qué
aspectos positivos debemos concentrarnos? El tiempo que pasa nos da la
oportunidad de aprender a descartar lo que no sirve, a aceptar y superar los
obstáculos sin estrés, a apreciar todo lo bueno que recibimos.
Dejarse llevar por una buena
vejez.
Las personas que logran
llevar una buena vejez son las que logran concentrarse en lo que es realmente
importante, descartando lo inútil. Aparentemente, por cuestiones culturales,
las mujeres parecen estar mejor capacitadas en relación a los hombres para
lograrlo.
Durante un estudio que
realizó un grupo de psicólogos que investigaba sobre las aptitudes físicas y
cognitivas de personas de la tercera edad, notaron que más allá de los
resultados, los hombres se enfocaban en mantener su rol de trabajadores y de
jefes de familia respetados y les preocupaba mucho el resultado del test,
mientras que las mujeres no les daban mucha importancia. Incluso, cuando se les
hacía notar a ellas sus dificultades para recordar cosas, o ubicarse en el
tiempo o incluso en relación a sus problemas de movilidad, muchas respondían:
“todo eso ya no tiene tanta importancia”.
Parece ser que con el
transcurso del tiempo “dejarse llevar” significa despojarse de todo lo que
demanda demasiada energía y en la vejez, todo eso pasa a tener poca
importancia. Lo importante es recibir la visita de los seres queridos y pasar
tiempo con ellos.
Prueba de esto es la mujer
más longeva del mundo, una francesa que vivió 122 años y que solía decir “Vivo
de mis sueños y mis recuerdos. Hermosos recuerdos.”
Las estrategias mentales
positivas ayudan a preservar la salud emocional.
Envejecer es un regalo
maravilloso. Evocando al escritor francés al comienzo, llegamos a la conclusión
de que su frase tan simple está colmada de sabiduría. Mientras nos preocupamos
por envejecer y por cómo vamos a envejecer, no nos damos cuenta de que mientras
estamos viviendo y de que la vejez es sólo otro momento de la vida.
Hace poco hablaba con un
familiar sobre las relaciones de pareja en donde existen grandes diferencias de
edades. Y al final de la charla alguien dijo, “¿qué importa la edad si nos podemos
querer igual?” Fue una frase que quedó flotando en el aire, porque lo más
importante que tiene un ser humano que son sus sentimientos y todo lo que puede
dar a través los mismos, puede hacerlo a cualquier edad, en cualquier momento y
con cualquier persona. ¿Acaso lo más maravilloso de la vida que es amar a otros
disminuye a medida que avanzan los años? ¡Claro que no! Al contrario, nos
hacemos más sabios, más precisos y valoramos más lo bueno que tenemos. Todo el
tiempo que estemos vivos, podemos seguir amando.

Lamentarse por envejecer nos
aleja de todo lo bueno que tiene este momento de la vida para darnos.
Responsabilidades éticas
compartidas.
Envejecer tiene un costado
luminoso, interesante y didáctico, porque nunca debemos olvidar que siempre estamos
formando jóvenes. Todos los que vienen detrás, las nuevas generaciones; nos
miran, nos estudian y nos toman como ejemplo.
Debemos aceptar el desafío y
asumir la responsabilidad ética que tenemos para prepararnos lo suficientemente
temprano en la vida para eliminar esta idea de que envejecer implica tristeza,
desesperanza y ruina. Transmitamos a las futuras generaciones la “revolución de
la edad” y brindémosles la imagen de que envejecer es viable, tiene una misión
y que por sobre todas las cosas, es una etapa a descubrir nuevos desafíos y,
¿por qué no? múltiples cambios.
¿No hemos visto alguna vez
un hombre que se recibe de arquitecto a los 78 años, o una mujer que incursiona
en trabajos en internet cuando ya tiene varios nietos?
Los años pueden aportar
riqueza a nuestra existencia a través de todos los recuerdos y las vivencias
que hemos acumulado. Saber envejecer, nada más fácil y nada más difícil.
¡Aceptemos el desafío!
A más edad, peor te tratan. En los matrimonios mayores, los esposos tratan mal a sus mujeres ignorándolas, contestándoles feo y haciendo comentarios a favor de otras mujeres más jóvenes. En lugares públicos, se las trata friamente y sin tolerancia. Y el lamentable final para muchos es el geriátrico. La odiosa Juventucracia
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