
* * * Los hijos no se van,
la vida se los lleva... * * *
Los hijos se van; hay que
aceptarlos con esa condición, hay que criarlos con esa idea, hay que asumir esa
realidad.
No es que se van; es que la
vida se los lleva. Ya no eres su centro.
Ya no eres la autoridad,
No diriges, aceptas.
No mandas, acompañas.
No proyectas, respetas.
Ya necesitan otro amor, otro
nido y otras perspectivas.
Ya les crecieron alas y
quieren volar.
Ya les crecieron las raíces
y maduraron por dentro.
Ya no les caben las raíces
en tu maceta, ni les basta tu abono para nutrirse, ni tu agua para saciarse, ni
tu protección para vivir.
Quieren crecer en otra
dimensión, desarrollar su personalidad, enfrentar el viento de la vida, a la
sombra del amor y al rendimiento de sus facultades.
Tienen un camino y quieren
explorarlo, lo importante es que sepan desandarlo, tienen alas y quieren abrirlas.
Tú quedas adentro.
En el cimiento de su
edificio, en la raíz de su árbol, en la corteza de su estructura, en lo
profundo de su corazón.

Tú quedas atrás.
En la estela luminosa que
deja el barco al partir.
En el beso que le mandas.
En el pañuelo que los
despide.
En la oración que los sigue.
¡En la lágrima que los
acompaña!
Tú quedas siempre en su
interior, aunque cambies de lugar.
Haz la vida de tus hijos tan
feliz, que cuando partan, piensen en regresar, aunque solo sea para tomar tu mano
y estar sólo un instante junto a ti.
Autor desconocido
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